En el
presente encuentro analizaremos cómo
pequeños actos que, lejos de configurar delito, provocan el accionar
persecutorio de algunos actores del derecho (policías, fiscales, jueces, etc.)
sólo por expresar ideas diferentes.
A pesar de que no siempre se trate de casos
encomendados por el poder político (muchas de las arbitrariedades encontradas
en ambos países responden a móviles puramente personales de quienes las
originan) se producen con una omisión de los organismos de contralor de la
legalidad y la complicidad de los medios masivos de comunicación. Se trata de
desbaratar manifestaciones políticas totalmente legales; de
decretar prisiones preventivas por hechos que no lo ameritan; de interpretar
simples opiniones diversas como desacato; de perseguir artistas; y un largo
etcétera.
Símbolo de los nuevos aires que corren por los dos
países, esta “fiebre disciplinadora” no hace más que patentizar la
arbitrariedad de quienes, pensando contribuir a la causa de los nuevos
gobiernos (el de Brasil todavía provisorio y siempre ilegítimo) son reacios a
someterse al imperio del estado de derecho.