La Dra. Daniela Burlini, abogada especialista en cuestiones de género, analiza la sentencia del Tribunal Oral Nº1 de Mar del Plata, que absolvió a tres acusados del femicidio de la joven Lúcia Pérez. Del análisis se desprende el sesgo patriarcal de dicho fallo judicial, como también lo apuntan especialistas en violencia de género de la OEA.
por: DANIELA BURLINI
Como punto de partida, es llamativo y no inocente la caratula de la causa, que se dividió en dos hechos, que trataron por separado: el hecho uno, la tenencia de estupefacientes con fines de comercialización, y el HECHO DOS, la muerte de LUCIA PEREZ.
El momento de mayor discrecionalidad de los operadores del poder judicial, es el de determinar los hechos, de ahí en adelante la suerte está echada. Es la varita mágica del poder para crear “el caso” dejando de lado las articulaciones de las partes.
Responde a este mecanismo la forma y la manera en que se dispuso la ingeniería jurídica para tratar en primer término la tenencia y comercialización de drogas y en segundo término adjudicar la muerte de Lucia al consumo de cocaína.
Para arribar a esa conclusión, conjugaron hábilmente ignorancia y misoginia. La ignorancia de no comprender que una mujer puede ser abusada sexualmente independientemente de que haya ingresado voluntariamente a una habitación con un varón. Ignorancia por no comprender y no valorar que el varón era su proveedor de sustancia: ignorancia y misoginia por no valorar la relación de fuerza entre ellos, peso, contextura física y, lo más escandaloso, por relativizar la prueba en el cuerpo de Lucía... ¿cuánto de lesión en los genitales requieren estos señores para considerar abuso? ¿acaso los varones tenían alguna lesión? Consideraron que las lesiones que presentaba Lucia eran compatibles con una relación consentida, una valoración acomodada para absolver a los imputados y condenar a la Fiscal que dio la conferencia de prensa y movilizó a tantas mujeres indignadas.
Finalmente, 33, 9940 gramos de una sustancia compuesta por clorhidrato de cocaína al 92% de pureza y 210 gramos de marihuana, para estos Jueces son más importantes que la vida de Lucía Perez, (según la sentencia dictada por el Tribunal Oral de Mar del Plata el 26 de noviembre de 2018 en la causa n° 4974, caratulada "FARIAS, Matías Gabriel- MACIEL, Alejandro Alberto- OFFIDANI, Juan Pablo s/ tenencia de estupefacientes con fines de comercialización agravado por ser cometido en perjuicio de menores de edad- abuso sexual agravado por el consumo de estupefacientes seguido de muerte en concurso ideal con femicidio- encubrimiento a gravado por la gravedad del hecho precedente" dictada por los jueces Sr. Juez Aldo Daniel Carnevale, en segundo lugar el Sr. Juez Juan Facundo Gómez Urso y, por último, el Sr. Juez Pablo Javier Viñas).
De ello hablaremos en el presente programa.
¡Que lo disfruten!
por: DANIELA BURLINI
Como punto de partida, es llamativo y no inocente la caratula de la causa, que se dividió en dos hechos, que trataron por separado: el hecho uno, la tenencia de estupefacientes con fines de comercialización, y el HECHO DOS, la muerte de LUCIA PEREZ.
Responde a este mecanismo la forma y la manera en que se dispuso la ingeniería jurídica para tratar en primer término la tenencia y comercialización de drogas y en segundo término adjudicar la muerte de Lucia al consumo de cocaína.
Para arribar a esa conclusión, conjugaron hábilmente ignorancia y misoginia. La ignorancia de no comprender que una mujer puede ser abusada sexualmente independientemente de que haya ingresado voluntariamente a una habitación con un varón. Ignorancia por no comprender y no valorar que el varón era su proveedor de sustancia: ignorancia y misoginia por no valorar la relación de fuerza entre ellos, peso, contextura física y, lo más escandaloso, por relativizar la prueba en el cuerpo de Lucía... ¿cuánto de lesión en los genitales requieren estos señores para considerar abuso? ¿acaso los varones tenían alguna lesión? Consideraron que las lesiones que presentaba Lucia eran compatibles con una relación consentida, una valoración acomodada para absolver a los imputados y condenar a la Fiscal que dio la conferencia de prensa y movilizó a tantas mujeres indignadas.
De ello hablaremos en el presente programa.
NOTA RELACIONADA: Para ampliar el tema propuesto en el programa reproducimos un artículo de Alexis Oliva publicado por el portal La Tinta. |
Todo hecho policial es social y político. En 2011 en Francia, el crimen de Laëtitia Perrais fue usado con oportunismo por el punitivista Nicolas Sarkozy. Hoy en la Argentina, el impune femicidio de Lucía Pérez debiera ser la oportunidad para empezar a dejar atrás la Justicia patriarcal.
Por Por Alexis Oliva para La tinta
El por ahora impune femicidio de Lucía Pérez debería ser en la Argentina lo que fue el caso Laëtitia Perrais en Francia. Pero el revés. El asesinato de la joven de 18 años, cometido en enero de 2011 por Tony Meilhon (un hombre de 32 años que al momento del crimen acababa de salir de la cárcel beneficiado con la libertad condicional), fue un pretexto para que el entonces presidente francés Nicolas Sarkozy arremetiera contra los jueces garantistas que habían dejado en libertad al “monstruo” que intentó seducir, ultrajó y presuntamente violó (no se logró probar), estranguló, apuñaló y luego de matarla descuartizó a la chica de 18 años.
Antes, Laëtitia había sido víctima de violencia familiar, institucionalización, marginación escolar, explotación laboral y el acoso de un tutor de guarda que violó a su hermana melliza. Después de su asesinato en La Bernerie, en Retz –cerca del castillo de Gilles de Retz, el célebre asesino serial y lugarteniente de Juana de Arco–, sería víctima del show del horror montado por los medios sobre sus restos diseminados por la costa noratlántica y del uso oportunista de su tragedia por parte del poder político.
“Cuando dejamos salir de la cárcel a un individuo como presunto culpable sin asegurarnos de que vaya acompañado de una inserción de consejero, es una falta. Los que han cubierto o se permite que cometa este error serán castigados”, amenazó Sarkozy. Los magistrados de Francia lo tomaron como una declaración de guerra y actuaron en consecuencia. La huelga nacional de la magistratura puso al descubierto el doble discurso de punitivismo y ajuste y el Presidente mordió el polvo de la derrota.
La historia está contada en el libro “Laëtitia o el fin de los hombres”, del doctor y profesor de Historia Contemporánea Iván Jablonka, publicado por Anagrama en 2017. “Subtitulé a mi libro ‘El fin de los hombres’ porque creo que nuestra generación es mucho más sensible a otra definición de la masculinidad, una que no rima con agresividad, culto del patriarcado, poder del dinero, misoginia o incluso homofobia”, dijo el autor en una entrevista.
En una suerte de manifiesto introductorio a su libro, Jablonka afirma que el caso policial “es un objeto de historia” y “un hecho social”. Ese hecho social nos recuerda que “vivimos en un mundo donde se insulta, se acosa, se golpea, se viola y se mata a las mujeres. Un mundo donde las mujeres no terminan de ser sujetos de pleno derecho. Un mundo donde las víctimas responden a la saña y a los golpes mediante un silencio resignado. Un fenómeno a puertas cerradas, tras el cual siempre mueren las mismas”.
Y sigue: “No estaba programado que Laëtitia, esa muchacha radiante a la que todos querían, terminara como un animal de carnicería. Pero desde su infancia sufrió inestabilidades, zarandeos, descuidos, se acostumbró a vivir con miedo, y ese largo proceso de debilitación esclarece tanto su final trágico como a nuestra sociedad en su conjunto. Para destruir a alguien en tiempos de paz, no basta con matarlo. Primero hay que hacerlo nacer en una atmósfera de violencia y caos, privarlo de seguridad afectiva, quebrar su célula familiar, luego ponerlo a cargo de un asistente social perverso, no percatarse de ello, y por último, cuando todo está terminado, explotar su muerte para rédito político”.
El varias veces condenado por robos, tráfico de drogas y la violación de un compañero de celda, a la postre femicida de Laëtitia, fue sentenciado por los tribunales de Loire Atlantique y de Apelación de Rennes a prisión perpetua con un período de detención de 22 años. Actualmente, Tony Meilhon cumple condena en la cárcel de Condé-sur-Sarthe.
Por aquellos días, la tapa de la revista Charlie Hebdo –la que sufrió el atentado terrorista que mató a doce personas el 7 de enero de 2015– mostraba en su tapa a un buitre que sostenía en su pico un brazo de la joven víctima: “Desmembrada por un bárbaro, hallada por un carroñero”.
(Imagen: Colectivo Manifiesto)
En la Argentina del neoliberalismo recargado y el gobierno empresario-mediático-judicial, Matías Farías (25 años), Pablo Offidani (43) y Alejandro Maciel (61) fueron absueltos del alevoso femicidio de Lucía Pérez (16 años), drogada, violada y asesinada en Mar del Plata el 12 de octubre de 2016. El Tribunal Oral en lo Criminal N° 1 de Mar del Plata sólo les impuso a los dos primeros la pena de ocho años de prisión por “vender drogas ilícitas”.
Luego de atacar la instrucción de la fiscal María Isabel Sánchez -quien en primera instancia había difundido la figura de “empalamiento”-, los jueces Pablo Viñas, Facundo Gómez Urso y Aldo Carnevale dictaminaron que no estaban probados el femicidio ni el ultraje, aludiendo a la vida sexual de la víctima: “De los chats analizados surge claramente que sus vivencias en ese sentido alejan por completo la posibilidad de que hubiera sido sometida sin su voluntad”. “Tenía más de 20 faltas en el colegio por haberse quedado consumiendo estupefacientes” y “tenía relaciones con todos aquellos que le gustaban”, señalaron los magistrados. “Todo fue en un marco de normalidad y naturalidad, todo fue perfectamente querido y consentido por Lucía Pérez”, concluyeron.
“Es volver a matar a Lucía”, dijo su madre luego de escuchar la sentencia. Después alertó: “El mensaje que dejan los jueces es: ‘Hacelo, total no pasa nada’”. El Defensor del Pueblo bonaerense, Guido Lorenzino, declaró: “La impunidad frente a la muerte o el asesinato de una mujer no sólo alienta nuevos abusos, sino que también transmite el mensaje de que la violencia contra la mujer es aceptable o normal”.
Conocido el fallo, el Comité de Expertas del Mecanismo de Seguimiento de la Convención de Belém do Pará de la Organización de los Estados Americanos le reclamó a la Corte Suprema de Justicia argentina que rectifique esta sentencia que implica “una clara violación a los derechos humanos de las mujeres” y garantice “todas las medidas necesarias para proporcionar un efectivo acceso a la justicia para los familiares de Lucía y para todas las mujeres víctimas y sobrevivientes de violencia”.
(Imagen: Colectivo Manifiesto)
El miércoles 5 de diciembre, las mujeres, lesbianas, travestis y trans organizadas pararon y marcharon en todo el país con la consigna “contra el pacto machista, paro feminista”. #JusticiaPorLucía, #FueFemicidio, #SomosLucía, #BastaDeJusticiaPatriarcal, #DestitucionDeJuecesEncubridores, y #ParoFeminista, fueron algunos de los hashtags de la convocatoria en las redes sociales.
En Mar del Plata, el Movimiento de Mujeres y Diversidad llamó a la movilización y rechazó el fallo porque “utiliza las negligencias de funcionarixs judiciales como fundamento de la absolución”, porque “carece de perspectiva de géneros y es violatorio de los tratados internacionales de derechos humanos, de la ley 26485 (de Protección Integral a las Mujeres) y de los estándares internacionales para los casos de violencias sexual”, porque “utiliza estereotipos sexistas y discriminatorios sobre la vida privada de la víctima”, porque “garantiza la impunidad”, porque “la impunidad envalentona agresores y perpetúa el sistema patriarcal”.
“Ante este escandaloso fallo misógino exigimos justicia por Lucía, condena y prisión efectiva a sus femicidas e inmediata destitución de los jueces Urso, Viñas y Carnevale. Entendemos que este fallo, sumado a muchos otros en los que la justicia patriarcal absuelve a violentos, violadores, femicidas y travesticidas, mientras da condenas ejemplificadoras en tiempo récord a mujeres como Nahir Galarza y Brenda Micaela Barattini, es la expresión del intento del Poder Judicial de aleccionar al movimiento feminista”, planteó el documento de la Asamblea Ni Una Menos Córdoba. En Córdoba Capital, más de mil manifestantes marcharon desde Colón y General Paz hasta Tribunales I. Los pañuelos verdes se agitaron frente a la sede del Poder Judicial provincial y las gargantas gritaron: “Lucía Pérez, ¡presente! ¡Fue femicidio! ¡El Estado es responsable!”.
Si el crimen de Laëtitia Perrais representó “el fin de los hombres”, la masiva huelga y movilización feminista por Lucía Pérez debería ser el principio del fin del patriarcado judicial. Por lo menos.
Por Por Alexis Oliva para La tinta
El por ahora impune femicidio de Lucía Pérez debería ser en la Argentina lo que fue el caso Laëtitia Perrais en Francia. Pero el revés. El asesinato de la joven de 18 años, cometido en enero de 2011 por Tony Meilhon (un hombre de 32 años que al momento del crimen acababa de salir de la cárcel beneficiado con la libertad condicional), fue un pretexto para que el entonces presidente francés Nicolas Sarkozy arremetiera contra los jueces garantistas que habían dejado en libertad al “monstruo” que intentó seducir, ultrajó y presuntamente violó (no se logró probar), estranguló, apuñaló y luego de matarla descuartizó a la chica de 18 años.
Antes, Laëtitia había sido víctima de violencia familiar, institucionalización, marginación escolar, explotación laboral y el acoso de un tutor de guarda que violó a su hermana melliza. Después de su asesinato en La Bernerie, en Retz –cerca del castillo de Gilles de Retz, el célebre asesino serial y lugarteniente de Juana de Arco–, sería víctima del show del horror montado por los medios sobre sus restos diseminados por la costa noratlántica y del uso oportunista de su tragedia por parte del poder político.
“Cuando dejamos salir de la cárcel a un individuo como presunto culpable sin asegurarnos de que vaya acompañado de una inserción de consejero, es una falta. Los que han cubierto o se permite que cometa este error serán castigados”, amenazó Sarkozy. Los magistrados de Francia lo tomaron como una declaración de guerra y actuaron en consecuencia. La huelga nacional de la magistratura puso al descubierto el doble discurso de punitivismo y ajuste y el Presidente mordió el polvo de la derrota.
La historia está contada en el libro “Laëtitia o el fin de los hombres”, del doctor y profesor de Historia Contemporánea Iván Jablonka, publicado por Anagrama en 2017. “Subtitulé a mi libro ‘El fin de los hombres’ porque creo que nuestra generación es mucho más sensible a otra definición de la masculinidad, una que no rima con agresividad, culto del patriarcado, poder del dinero, misoginia o incluso homofobia”, dijo el autor en una entrevista.
Y sigue: “No estaba programado que Laëtitia, esa muchacha radiante a la que todos querían, terminara como un animal de carnicería. Pero desde su infancia sufrió inestabilidades, zarandeos, descuidos, se acostumbró a vivir con miedo, y ese largo proceso de debilitación esclarece tanto su final trágico como a nuestra sociedad en su conjunto. Para destruir a alguien en tiempos de paz, no basta con matarlo. Primero hay que hacerlo nacer en una atmósfera de violencia y caos, privarlo de seguridad afectiva, quebrar su célula familiar, luego ponerlo a cargo de un asistente social perverso, no percatarse de ello, y por último, cuando todo está terminado, explotar su muerte para rédito político”.
El varias veces condenado por robos, tráfico de drogas y la violación de un compañero de celda, a la postre femicida de Laëtitia, fue sentenciado por los tribunales de Loire Atlantique y de Apelación de Rennes a prisión perpetua con un período de detención de 22 años. Actualmente, Tony Meilhon cumple condena en la cárcel de Condé-sur-Sarthe.
Por aquellos días, la tapa de la revista Charlie Hebdo –la que sufrió el atentado terrorista que mató a doce personas el 7 de enero de 2015– mostraba en su tapa a un buitre que sostenía en su pico un brazo de la joven víctima: “Desmembrada por un bárbaro, hallada por un carroñero”.
En la Argentina del neoliberalismo recargado y el gobierno empresario-mediático-judicial, Matías Farías (25 años), Pablo Offidani (43) y Alejandro Maciel (61) fueron absueltos del alevoso femicidio de Lucía Pérez (16 años), drogada, violada y asesinada en Mar del Plata el 12 de octubre de 2016. El Tribunal Oral en lo Criminal N° 1 de Mar del Plata sólo les impuso a los dos primeros la pena de ocho años de prisión por “vender drogas ilícitas”.
Luego de atacar la instrucción de la fiscal María Isabel Sánchez -quien en primera instancia había difundido la figura de “empalamiento”-, los jueces Pablo Viñas, Facundo Gómez Urso y Aldo Carnevale dictaminaron que no estaban probados el femicidio ni el ultraje, aludiendo a la vida sexual de la víctima: “De los chats analizados surge claramente que sus vivencias en ese sentido alejan por completo la posibilidad de que hubiera sido sometida sin su voluntad”. “Tenía más de 20 faltas en el colegio por haberse quedado consumiendo estupefacientes” y “tenía relaciones con todos aquellos que le gustaban”, señalaron los magistrados. “Todo fue en un marco de normalidad y naturalidad, todo fue perfectamente querido y consentido por Lucía Pérez”, concluyeron.
“Es volver a matar a Lucía”, dijo su madre luego de escuchar la sentencia. Después alertó: “El mensaje que dejan los jueces es: ‘Hacelo, total no pasa nada’”. El Defensor del Pueblo bonaerense, Guido Lorenzino, declaró: “La impunidad frente a la muerte o el asesinato de una mujer no sólo alienta nuevos abusos, sino que también transmite el mensaje de que la violencia contra la mujer es aceptable o normal”.
El miércoles 5 de diciembre, las mujeres, lesbianas, travestis y trans organizadas pararon y marcharon en todo el país con la consigna “contra el pacto machista, paro feminista”. #JusticiaPorLucía, #FueFemicidio, #SomosLucía, #BastaDeJusticiaPatriarcal, #DestitucionDeJuecesEncubridores, y #ParoFeminista, fueron algunos de los hashtags de la convocatoria en las redes sociales.
En Mar del Plata, el Movimiento de Mujeres y Diversidad llamó a la movilización y rechazó el fallo porque “utiliza las negligencias de funcionarixs judiciales como fundamento de la absolución”, porque “carece de perspectiva de géneros y es violatorio de los tratados internacionales de derechos humanos, de la ley 26485 (de Protección Integral a las Mujeres) y de los estándares internacionales para los casos de violencias sexual”, porque “utiliza estereotipos sexistas y discriminatorios sobre la vida privada de la víctima”, porque “garantiza la impunidad”, porque “la impunidad envalentona agresores y perpetúa el sistema patriarcal”.
“Ante este escandaloso fallo misógino exigimos justicia por Lucía, condena y prisión efectiva a sus femicidas e inmediata destitución de los jueces Urso, Viñas y Carnevale. Entendemos que este fallo, sumado a muchos otros en los que la justicia patriarcal absuelve a violentos, violadores, femicidas y travesticidas, mientras da condenas ejemplificadoras en tiempo récord a mujeres como Nahir Galarza y Brenda Micaela Barattini, es la expresión del intento del Poder Judicial de aleccionar al movimiento feminista”, planteó el documento de la Asamblea Ni Una Menos Córdoba. En Córdoba Capital, más de mil manifestantes marcharon desde Colón y General Paz hasta Tribunales I. Los pañuelos verdes se agitaron frente a la sede del Poder Judicial provincial y las gargantas gritaron: “Lucía Pérez, ¡presente! ¡Fue femicidio! ¡El Estado es responsable!”.
Si el crimen de Laëtitia Perrais representó “el fin de los hombres”, la masiva huelga y movilización feminista por Lucía Pérez debería ser el principio del fin del patriarcado judicial. Por lo menos.
El por ahora impune femicidio de Lucía Pérez debería ser en la Argentina lo que fue el caso Laëtitia Perrais en Francia. Pero el revés. El asesinato de la joven de 18 años, cometido en enero de 2011 por Tony Meilhon (un hombre de 32 años que al momento del crimen acababa de salir de la cárcel beneficiado con la libertad condicional), fue un pretexto para que el entonces presidente francés Nicolas Sarkozy arremetiera contra los jueces garantistas que habían dejado en libertad al “monstruo” que intentó seducir, ultrajó y presuntamente violó (no se logró probar), estranguló, apuñaló y luego de matarla descuartizó a la chica de 18 años.
Antes, Laëtitia había sido víctima de violencia familiar, institucionalización, marginación escolar, explotación laboral y el acoso de un tutor de guarda que violó a su hermana melliza. Después de su asesinato en La Bernerie, en Retz –cerca del castillo de Gilles de Retz, el célebre asesino serial y lugarteniente de Juana de Arco–, sería víctima del show del horror montado por los medios sobre sus restos diseminados por la costa noratlántica y del uso oportunista de su tragedia por parte del poder político.
“Cuando dejamos salir de la cárcel a un individuo como presunto culpable sin asegurarnos de que vaya acompañado de una inserción de consejero, es una falta. Los que han cubierto o se permite que cometa este error serán castigados”, amenazó Sarkozy. Los magistrados de Francia lo tomaron como una declaración de guerra y actuaron en consecuencia. La huelga nacional de la magistratura puso al descubierto el doble discurso de punitivismo y ajuste y el Presidente mordió el polvo de la derrota.
La historia está contada en el libro “Laëtitia o el fin de los hombres”, del doctor y profesor de Historia Contemporánea Iván Jablonka, publicado por Anagrama en 2017. “Subtitulé a mi libro ‘El fin de los hombres’ porque creo que nuestra generación es mucho más sensible a otra definición de la masculinidad, una que no rima con agresividad, culto del patriarcado, poder del dinero, misoginia o incluso homofobia”, dijo el autor en una entrevista.
En una suerte de manifiesto introductorio a su libro, Jablonka afirma que el caso policial “es un objeto de historia” y “un hecho social”. Ese hecho social nos recuerda que “vivimos en un mundo donde se insulta, se acosa, se golpea, se viola y se mata a las mujeres. Un mundo donde las mujeres no terminan de ser sujetos de pleno derecho. Un mundo donde las víctimas responden a la saña y a los golpes mediante un silencio resignado. Un fenómeno a puertas cerradas, tras el cual siempre mueren las mismas”.
El varias veces condenado por robos, tráfico de drogas y la violación de un compañero de celda, a la postre femicida de Laëtitia, fue sentenciado por los tribunales de Loire Atlantique y de Apelación de Rennes a prisión perpetua con un período de detención de 22 años. Actualmente, Tony Meilhon cumple condena en la cárcel de Condé-sur-Sarthe.
Por aquellos días, la tapa de la revista Charlie Hebdo –la que sufrió el atentado terrorista que mató a doce personas el 7 de enero de 2015– mostraba en su tapa a un buitre que sostenía en su pico un brazo de la joven víctima: “Desmembrada por un bárbaro, hallada por un carroñero”.
(Imagen: Colectivo Manifiesto) |
Luego de atacar la instrucción de la fiscal María Isabel Sánchez -quien en primera instancia había difundido la figura de “empalamiento”-, los jueces Pablo Viñas, Facundo Gómez Urso y Aldo Carnevale dictaminaron que no estaban probados el femicidio ni el ultraje, aludiendo a la vida sexual de la víctima: “De los chats analizados surge claramente que sus vivencias en ese sentido alejan por completo la posibilidad de que hubiera sido sometida sin su voluntad”. “Tenía más de 20 faltas en el colegio por haberse quedado consumiendo estupefacientes” y “tenía relaciones con todos aquellos que le gustaban”, señalaron los magistrados. “Todo fue en un marco de normalidad y naturalidad, todo fue perfectamente querido y consentido por Lucía Pérez”, concluyeron.
“Es volver a matar a Lucía”, dijo su madre luego de escuchar la sentencia. Después alertó: “El mensaje que dejan los jueces es: ‘Hacelo, total no pasa nada’”. El Defensor del Pueblo bonaerense, Guido Lorenzino, declaró: “La impunidad frente a la muerte o el asesinato de una mujer no sólo alienta nuevos abusos, sino que también transmite el mensaje de que la violencia contra la mujer es aceptable o normal”.
Conocido el fallo, el Comité de Expertas del Mecanismo de Seguimiento de la Convención de Belém do Pará de la Organización de los Estados Americanos le reclamó a la Corte Suprema de Justicia argentina que rectifique esta sentencia que implica “una clara violación a los derechos humanos de las mujeres” y garantice “todas las medidas necesarias para proporcionar un efectivo acceso a la justicia para los familiares de Lucía y para todas las mujeres víctimas y sobrevivientes de violencia”.
(Imagen: Colectivo Manifiesto) |
En Mar del Plata, el Movimiento de Mujeres y Diversidad llamó a la movilización y rechazó el fallo porque “utiliza las negligencias de funcionarixs judiciales como fundamento de la absolución”, porque “carece de perspectiva de géneros y es violatorio de los tratados internacionales de derechos humanos, de la ley 26485 (de Protección Integral a las Mujeres) y de los estándares internacionales para los casos de violencias sexual”, porque “utiliza estereotipos sexistas y discriminatorios sobre la vida privada de la víctima”, porque “garantiza la impunidad”, porque “la impunidad envalentona agresores y perpetúa el sistema patriarcal”.
“Ante este escandaloso fallo misógino exigimos justicia por Lucía, condena y prisión efectiva a sus femicidas e inmediata destitución de los jueces Urso, Viñas y Carnevale. Entendemos que este fallo, sumado a muchos otros en los que la justicia patriarcal absuelve a violentos, violadores, femicidas y travesticidas, mientras da condenas ejemplificadoras en tiempo récord a mujeres como Nahir Galarza y Brenda Micaela Barattini, es la expresión del intento del Poder Judicial de aleccionar al movimiento feminista”, planteó el documento de la Asamblea Ni Una Menos Córdoba. En Córdoba Capital, más de mil manifestantes marcharon desde Colón y General Paz hasta Tribunales I. Los pañuelos verdes se agitaron frente a la sede del Poder Judicial provincial y las gargantas gritaron: “Lucía Pérez, ¡presente! ¡Fue femicidio! ¡El Estado es responsable!”.
Si el crimen de Laëtitia Perrais representó “el fin de los hombres”, la masiva huelga y movilización feminista por Lucía Pérez debería ser el principio del fin del patriarcado judicial. Por lo menos.